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Por: Sandra Muñoz Marín
Las horas empezaron a correr...yo dejaba que pasaran,
porque al final del día sabía que te encontraría...
Las horas transcurrían, y mi pensamiento te seguía...
Respiraba profundamente dandole tranquilidad a la desesperada mente,
para que te esperara con calma, y no se agobiara, mirando al reloj.
Mil cosas hacía para matar el tiempo, para llevar un dia calmado,
confiando en la esperanza y en la riqueza de tenerte junto a mi.
Las horas pasaban, no sé cómo? Pero para mí, muy lento.
No veía al reloj, era un martirio; mejor miraba al cielo,
esperando que anocheciera pronto.
La noche, finalmente asomaba un poco su silueta,
el reflejo de la luna me avisaba que era tiempo,
la cita estaba hecha, y yo estaba ahí...
Esperando por ti...
El tiempo empezó a transcurrir,
la angustia me empezó a invadir.
El reloj corrió y corrió ahora tan deprisa,
ya las horas que fueron lentas, se aceleraron,
hasta llevarse lo poco que quedaba del día.
Y tú? Amor, y tú?
en dónde estás?
Te he esperado...
¿recuerdas?
¡ Lo acordamos...!
Y tú amor, en donde estás?
Sólo esta pregunta retumbaba!
Te esperé,
es cierto... te esperé.
Y mil veces te esperé...
Pero en la espera...
EL AMOR MURIÓ!